Dando teta en las calles de Lima

Hace frío, el clima ya está cambiando y mi humor también.  Estos días, estoy  más sensible que nunca, no sé por qué. Y no me lo pregunten, que seguro lloraré.
Cuando salíamos en verano, ¡qué rico el sol! Fastidiaba un poco a mi hija, la hermana mayor, porque sabíamos que no podíamos tenerla mucho tiempo afuera, se aburría, lloraba, y la teta era su mayor consuelo.Nos sentábamos en cualquier muro y papá pulpo aún me cubría. Ese tabú todavía ciega a la gente que piensa que si damos de lactar en público es cosa de mañoserías y morbo.Bueno, será para ese grupo de personas, pues para mí no, porque estoy consolando a mi niña y sé que ese es el remedio que la puede tranquilizar más que un beso o un abrazo. Eso no es suficiente para las dos, es la realidad, mi realidad y de varias mamás también.
Siempre tenía que tapar a mis bebés  para que comieran, no entiendo porqué lo hacía si mis niños sudaban demasiado.Hasta hace unos meses, lo hacía, pero ahora ya no, me rebelé, no quiero taparme. ¿Por qué? ¿Si nosotros no comemos  tapados con una sábana, entonces porqué mi bebé se tiene que cubrir para que nadie lo vea? ¿Dónde estamos? Hasta ahora me pregunto en dónde vivo, en  qué lugar estoy, y qué respeto tengo por mí y por las otras mamás que damos de lactar en público sin ninguna manta que los cubra. Las miradas aún te siguen, aún más si son señoras, que te dicen de todo:«¡Qué barbaridad!»,«¡No tiene pudor esta mamá!».Te aseguro que alguna vez hiciste lo mismo y sin ser una señora.Yo lo hice, porque no sentía la conexión mágica que sientes cuando das de lactar. Quien entiende a las personas… si damos pecho en público,  somos mujeres que no tenemos pudor;  a algunas les parece desagradable dar pecho a niños mayores de un año, mientras que si sacas el biberón, ya comienzan con:«¿Le das formula? ¡Pobre bebé!».
Está decidido: no quiero taparme.Es la conexión total entre mi hijo y yo, los demás no interesan.No quiero dar teta en una silla incómoda o en escaleras, quiero ir tranquila por Lima, pasear y dar teta sin ser mirada, ni cuestionada, no quiero tapar el rostro de mi niño, quiero mirarlo, que él me acaricie el rostro, que sienta los latidos de mi corazón.
Si no es mucho pedir – y sé que la mayoría de las madres lo necesitamos – queremos tener un lugar para poder dar de lactar a nuestros bebés y niños. ¡Sí, queremos lactarios!No basta con uno, todo lugar público debería tener su sala de lactancia para mayor comodidad de las mamás que damos teta y para las que dan biberón.Aún estamos comenzando, pero hay tantos lugares para poder hacerlo.Hay espacio, solo falta la voluntad para hacer las cosas. Hace unos días, paseando por un centro comercial que queda cerca de mi casa, conversaba sobre ello con papá pulpo: ¡Tanta silla y mesa para nada! Me pongo mal, no puedo con todo lo que siento. Siempre que salgo, tengo que ver a mamás con sus niños dando de lactar en las escaleras.Soy sincera, me gusta decir lo que siento, y aún más si se trata de estos temas.A esta sociedad, ni lo bueno ni lo malo le simpatiza.
Quiero salir  a pasear  sin tener que cruzarme con las miradas matadoras, dar teta sin temor. Respeto guarda respeto.Si no te gusta ver a un bebé lactando, pues no lo mires, sigue tu camino, que muchas estamos optando por la lactancia sin prejuicios.Eso es lo que queremos, no solo las que vivimos en Lima, sino  todas las peruanas y todas las mamás del mundo.






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